14/2/08

A veces las estrellas
llueven sombras en la noche,
dolorosas como duelos
en los fríos tanatorios del olvido.
Y resulta que no sirve, amigo mío, alzar la mano
pidiendo de limosna
un "adelante campeón no te derrumbes",
porque el cáncer del silencio
ya no admite más quimios que el susurro
de la verdad vestida de reproche
o la amarga mentira de la lástima.



En vano busco los guiños blanquiazules en los ojos dispersos de tu cielo
pues ya no quedan huellas de la llama
que habitaba en la tarde los abrazos.
Adios, libélulas perdidas
en el manto gris marengo de la nada.
Adios, destellos de besos olvidados
en el cenit perido del pretérito.
Adios