27/7/07

un altre Shakespeare? Si us plau.



YORICK,
Qué fue de tu boca,
capaz de susurros imposibles?

Qué fue de tus ojos, que escrutaban en la noche?Que se fizo el rey don juan?

Dónde están las llaves del corazón podrido que presumo ya parado para siempre?...

Ser o no ser; dormir, soñar, vivir, tal vez morir...
Morir.


Morir en el centro mismo de la cuestión quisiera
para ahorrarme explicaciones y quimeras.
Vivir o no vivir, aunque la sangre
recorra los caminos azules de la carne,
es la cuestión, la gran mentira, el sueño
implacable que nos priva del sueño
en los días oscuros en los que el miedo brota
como en volcán la lava incandescente:
imperioso, arrogante,
cruel, desvastador,
inconsecuente.

El miedo y el sueño se dan la mano en esta tarde
y se avecina tempestad fraguada entre las páginas
blancas que el tiempo se ha negado a escribir
a dos columnas.
Mirate, simio, en el espejo blanco de la blanca
calavera de la noche en la que Yorick
te rie insensible las gracias que le imputas:
y es que en el fondo
le importa apenas un comino
la cuestión de soñar, morir, tal vez vivir,
vivir al rojo vivo
y en el mismo reborde cosntante de la muerte.






Y miro la guirnalda preñada de ilusiones
que tejiera una tarde de llanto misterioso
en el palacio materno,
en los girones mismos de la muerte,
tras descubrir la sombra agazapada
en la ambición de tener
y en la mentira de amar
y en la terrible acidez del incesto
impensable y voluptuoso.






Y llega así el minuto de la farsa:
que levante el telón el maquinista
y despeje el espacio iluminado
de la acción y la mentira.
Pierrot y Hamlet a dos manos
pelean una máscara de barro
sin pararse a pensar si es de comedia
o de tragedia el rostro que disputan.
La mueca de la muerte oculta su amargura
y la lágrima gris que la evidencia:
la máscara- máscara enmascara la mueca
y en silencio gime la luna en la platea.
Y falsea la farsa las falsas realidades
y dan ganas de gritar que el carnaval no existe.
Pero cumple fatal su sino la nostalgia
y te empuja al arcano sin luces de la muerte.
No hay adjetivos, Hamelt, en la farsa:
sucumbió tu padre al filo del cuchillo
fraterno, que empuñaba
de fría plata la mano de la reina;
no tiembles, que en tu reino
las piedras cantan tan funesto cimen
y los rios riman con mortal su acento
y el colibrí dibuja con sus alas cuentos
de sangre y sexo que jamás se oyeron.
Ay, que empieza
el minuto triste de la nueva farsa.









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